jueves, 6 de enero de 2011

Notas históricas de la población



La Guerra de Independencia llegó de manera incipiente al poblado de Santa Anita, el ocho de julio del año de 1823, las autoridades del pueblo y el sacerdote encargado del convento, por votación unánime decidieron unirse al federalismo. Un extracto del Acta de Adhesión que redactaron, dice así:

En el pueblo de Santa Anita Atistac, á los ocho días del mes de junio de 1823.
Estando en los corredores de las Casas Consistoriales los Señores Alcalde, Comandante Rafael Álvarez Tostado, los regidores Procurador Síndico, el Reverendo padre Fray José María pérez, teniente de Cura /…/ se leyeron los Antecedentes de éste subsecuentes a la destronación del antes proclamado Iturbide /…/se resolvió, que por medio del correspondiente oficio se comuni-
que al Excmo. Sr. General Gefe (sic) Político de la provincia, la buena disposición de este vecindario, para sostener el Sistema adoptado por la Excma.
Diputación Territorial /…/ (H. Ayuntamiento 95-97;20)

El documento está firmado por fray José Ma. de la Trinidad Pérez, Susano Hernández, Ricardo Rodríguez, Bruno Ladino, Antonio Álvarez Tostado, Manuel Castellanos, Marcos Macías, Pedro Lorenzo Luévano, José María Ramírez, Juan Sánchez, Francisco Arteaga, Isidro Meza, y Bruno Cosío, secretario. (Carlos Casas, Bernardo, 95/97; 20)


Anteriormente a la Guerra de Reforma, los sacerdotes tenían entre sus deberes bautizar a los niños y consignar en un libro la fecha del nacimiento; ellos eran oficialmente los encargados de llevar el conteo de los censos de población. Con la separación de la Iglesia y el Estado, los cambios en la política del país llegaron también para Santa Anita, los frailes perdieron la autorización de registrar los nacimientos y el Registro Civil tomó esa responsabilidad.


En el siglo XIX, en 1840 se estableció la primera escuela municipal en el pueblo, se desconoce el nombre de las primeras maestras. (Casas, Bernardo, 95/97; 23)
En la Guerra llamada de Los tres años (1858-1861), La pugna entre liberales y conservadores tuvo uno de sus escenarios en las cercanías de Santa Anita. El veintidós de julio de 1858, salió de Guadalajara una tropa de 1 050 soldados al mando del conservador Francisco C. Casanova. Llevaban siete pesados cañones y al llegar a Santa María Tequepexpan, atacaron a cincuenta soldados armados solamente con rifles. Silverio Núñez, soldado liberal, se encontraba en Santa Anita con un piquete de subordinados y envió como refuerzo a cien de ellos con carabinas en auxilio de sus compañeros, pero fue inútil, todos murieron ante las balas de los conservadores.


El primero de agosto de 1860 los pobladores de Santa Anita vivieron una experiencia singular, al ver que por las calles del pueblo venía en tropel, una caballada con hombres armados. Después se enteraron que los hombres estaban bajo las órdenes de los generales liberales Pedro Ogazón, Ignacio Zaragoza y Plácido Vega.


La tropa tomó al pueblo de Santa Anita como centro de operaciones para planear y fortalecerse de provisiones y descanso, porque deseaban recuperar la plaza de Guadalajara en poder de los conservadores. Severo del Castillo estaba al mando de la tropa por el bando de los conservadores y ante la amenaza de las tropas de los liberales, tal vez por táctica bélica, dejó el centro de la ciudad de Guadalajara y se apostó con sus soldados en la garita de Mexicaltzingo. (Carlos Casas, Bernardo, 1988; 61).


Un poco antes de la llegada de las tropas liberales a Santa Anita, los salteadores y las gavillas habían hecho del pueblo y sus alrededores un botín de presa, se repetían constantemente los asaltos a los arrieros y a los cocheros. Se tiene documentado que el trece de enero de 1860 una turba de bandoleros entró al pueblo y causaron robos en las casas de varios pobladores.
El 18 de enero de 1860, unos arrieros iban con sus burros cargados de mercancía hacia Colima, tal vez con semillas, leña y carbón, cuando sorpresivamente los asaltantes les quitaron todas sus pertenencias. El nueve de marzo, el pueblo pidió protección a las autoridades de Tlajomulco y fue ordenado por el gobierno, un piquete de soldados con mayor grado para proteger a la población. (Carlos Casas, Bernardo, 1988;17-29-31).


El veintinueve de octubre de 1860, el bandolero llamado coronel Antonio Rojas, quemó el templo de Nuestra Señora de Santa Anita con la intención de destruirlo, el incendio alcanzó parte del convento de los franciscanos.




El gobierno arrebató a los clérigos y a los religiosos la actividad del registro de nacimientos, para este pueblo eran anotados en manuscritos conventuales con jurisdicción en Tlajomulco, a quien pertenecía legalmente el territorio de Santa Anita.

El Libro Número Uno, con el Acta Número Uno, existente en el Registro Civil de Santa Anita, empezó a tener uso el treinta de enero de 1866, fecha en la que curiosamente no se registra el nacimiento de un santanitense, sino el de de una niña nacida en San Agustín, a la que pusieron por nombre Anastasia Romero Pérez. En ese tiempo aún no se mencionaba al documento como un registro de nacimientos, seguía en uso el nombre de Partida de Bautismos, como le habían llamado tradicionalmente los religiosos.

El devenir histórico para este pueblo, saqueado muchas veces por soldados, igual que por revolucionarios y por bandas de gavillas, obligó a la población a construir una cárcel rudimentaria en donde eran retenidos temporalmente aquellos delincuentes que caían en manos de los representantes del orden. Se desconoce en qué año se construyó la cárcel para quienes cometían faltas menores contra la sociedad, pero se tiene noticia de que en el año de 1887, según informe del gobierno de Francisco Tolentino, en este poblado techaron la cárcel y el juzgado. (Carlos Casas, Bernardo, 1988;27) Para esa fecha ya había un juez de paz para guardar el orden en el poblado.

La falta de higiene y de servicios médicos provocaba enfermedades en los pobladores, el veinticuatro de enero de 1903, el doctor Ramón Gómez informó al Comisariado de Santa Anita, Margarito Rodríguez, que había detectado la fiebre tifo entre la población. Inmediatamente el comisario ordenó que se aislaran a los infectados, así como las vasijas de sus alimentos, y que se desinfectaran sus pertenencias. (Carlos Casas, Bernardo, 1988; 19).

El inicio del siglo veinte trajo novedades territoriales para esta población, con fecha del diecisiete de septiembre de 1904, el gobernador Ahumada, por decreto Número 1061, estableció en la ciudad de Guadalajara la siguiente orden:

La Comisaría de Santa Anita, que actualmente forma parte del Municipio de Tlajomulco del séptimo Cantón, pertenecerá en lo sucesivo al Municipio de San Pedro, del primer Cantón del Estado. (H. Ayuntamiento 95-97; 30)

Con esa disposición legal, el poblado de Santa Anita, que legendariamente había pertenecido al territorio de Tlajomulco, pasaría a ser desde esa fecha, parte del Municipio de San Pedro, Tlaquepaque.

El desarrollo tecnológico, dio muestra entonces de un adelanto novedoso, que sirvió para aligerar el trabajo físico de las mujeres de esta población. El diecinueve de diciembre de 1907, se estableció en Santa Anita el primer molino de nixtamal, que fue concesionado por las autoridades de San Pedro, Tlaquepaque al señor Daniel Tornel, quien lo estableció por la calle Corona, esquina con la calle Colón. Esta novedad trajo aparejado el hecho de la aplicación de la máquina de vapor para mover el molino, utilizando el llamado gas pobre: el carbón.

Años más tarde, la Revolución Mexicana que dio inicio en 1910 en México, involucró en este pueblo a pobladores cuyos nombres actualmente resultan en su mayoría desconocidos. De los que sí se conocen, se han vertido comentarios a favor o en contra, porque siempre hay opiniones que bien los pueden ponderar, o también los pueden desvirtuar.

Durante el periodo de la Revolución Mexicana, el veinte de febrero de 1912, soldados de Gómez y de Zapata se dejaban ver de manera apacible por las calles de esta población. Bernardo Carlos Casas (1988; 25) apunta que su indumentaria revolucionaria consistía en: sombrero ancho, paliacate rojo al cuello, calzón y camisa de manta, su carrillera cruzada en el pecho y calzaban huaraches con correas que se unían a partir de tres agujeros en la suela.
El movimiento Revolucionario llegó a Santa Anita y Mariano Ortiz Vizcarra, descendiente de una familia adinerada en el pueblo, se unió a las tropas de Álvaro Obregón en las que militaba también Lázaro Cárdenas del Río. José María Moreno Chacón fue otro revolucionario santanitense, pero él se uniría entonces a las tropas carrancistas.

Se cuenta que por ese tiempo, llegó a Santa Anita un revolucionario simpatizante de Emiliano Zapata, llamado Francisco del Toro quien intentó quemar el portón del templo, que estaba cerrado para evitar las arbitrariedades que pudieran darse en él durante la revuelta revolucionaria, se dice que este bandolero ordenó que rociaran con alcohol al portón para quemarlo, pero que este químico sólo levantó ámpulas en su superficie. Se documenta que en Tonalá este mismo revolucionario quemó los archivos municipales. (Carlos Casas, Bernardo, 95/97; 31).

En el devenir histórico de la población, los religiosos franciscanos han mantenido un sumo interés por conservar de manera escrita los aspectos históricos que atañen directamente a la edificación y conservación del templo y de su convento. A fray Luis del Refugio Palacio y Basave, Presidente del Convento de Santa Anita en 1916, e historiador de Zapopan, se debe principalmente una de las fuentes de conocimiento más importantes sobre lo que fue el antiguo Atlixtac y Santa Ana Atlixtac, posteriormente denominado poblado de Santa Anita.

Los sacerdotes franciscanos fueron también solícitos enfermeros en la atención de los pacientes del hospital y en el transcurso fatigoso de la peste de influenza, o gripa española que asoló a esta población en el año de 1918. Los enfermos sentían un daño generalizado en su cuerpo, tosían y estornudaban continuamente por lo que el contagio quedaba esparcido en el aire, y al respirarlo las personas sanas eran contagiadas del virus. El periodo de incubación duraba de uno a tres días; los síntomas eran: fiebre muy alta, dolor de cabeza, de huesos y de articulaciones.

La primera víctima de la influenza murió el tres de marzo de 1918 y la peste duró hasta el 17 de diciembre de ese año. Invariablemente se anotó como causa de la muerte en todos los casos, el nombre de neumonía; después se supo que era la enfermedad de la influenza. El mes de noviembre fue en el que hubo mayor número de muertes a causa de esta enfermedad.

El Comisario Municipal en ese tiempo era el señor Juan Partida, se cuenta que a las cuatro de la mañana pasaba diariamente en su carreta por las calles para recoger a los muertos. Durante el día se dedicaba a cavar pozos en los linderos de la población para depositar los cuerpos de los fallecidos, sin poder darles sepelio individual, y anotaba en el Registro de Defunciones los nombres de quienes habían muerto; pero había casos en los que desconocía los nombres y su registro era omitido.

Murieron habitantes de todas las edades, desde días y meses de nacidos, hasta adultos, hombres y mujeres. La edad mínima registrada fue de niños que tenían días de nacido, hasta un hombre de setenta y seis años, y una mujer de setenta y nueve años. El pueblo era pequeño y ante esa cantidad de muertes, quedó desolado.

Palacio y Basave por su parte, reseña que a causa de esa peste todas las casas estaban convertidas en hospitales, pero sin médicos para atenderlos, porque los enfermos pasaban el día y la noche sin poder tomar agua, medicina, ni comida, ya que había hogares en donde todos sus ocupantes estaban enfermos y postrados en cama. Los sacerdotes no podían darse abasto para atender los estragos de la epidemia, en un solo día se contaron por dieciséis los fallecidos en Santa Anita.

En tanto duró la peste, el culto en el templo estuvo cerrado. Plenos de fervor y profundo dolor, los feligreses consiguieron licencia para que la imagen original de Nuestra Señora de Santa Anita recorriese el pueblo para acabar con la peste. Desde Guadalajara el mismo fraile Luis del Refugio Palacio y Basave autorizó la petición de los pobladores y entre quejas y llantos, la Virgen de Santa Anita recorrió en procesión al devastado pueblo.

El padre don Manuel Ortiz recibió de regreso a la Sagrada Imagen en la Casa Parroquial, por estar vedado el uso del templo para cualquier oficio religioso. Al otro día que peregrinó la imagen de la Santísima Virgen por las calles, sólo murieron dos personas más y al siguiente día cesó la peste y la mortandad. (Palacio, fray Luis del, 1988; 126-127) Tal vez como resultado de la peste, cuando una persona estornudaba la gente más próxima le decía Jesús te ayude, porque recordaban lo sucedido con la influenza y encomendaban a Dios al enfermo. Actualmente se dice salud a quien estornuda.

Para ser documentados los estragos que causó la peste en esta población, la investigación requirió una consulta aproximada de doscientas cuarenta y cuatro actas de defunción, Según datos que aporta Ma. Aurora Alcántar Gutiérrez, cronista de este pueblo, que fue quien los recopiló directamente de los Libros de Defunción y que obran en poder del Registro Civil de Santa Anita.

Otro acontecimiento histórico digno de mención en este pueblo fue la Guerra Cristera, (1926 a 1929) Este movimiento de rebelión de los católicos ante el gobierno también tuvo su liderazgo, aunque fugaz, en Santa Anita. Aquí surgió un brote de lucha cristera con una mujer valiente llamada María Catalina Chacón Martínez (1901-1984), mujer de clase acomodada, quien se hizo acompañar por algunos hombres del pueblo, entre ellos su hermano Ángel Chacón Martínez y el señor Félix Tornel, para involucrarse abiertamente en esta lucha contra la federación y el gobierno estatal, que prohibieron realizar los servicios religiosos en los templos, a causa de la Ley Calles. (Véase el texto: Santa Anita de los camotes, de Ma. Amelia Alcántar Gutiérrez)

El culto en los templos de Santa Anita también fue cerrado, la misa era oficiada por un sacerdote que venía de San Pedro, Tlaquepaque; se efectuaba en casas particulares y a escondidas de las autoridades del poblado. Los lugares en los que se recuerda que era celebrada la liturgia en este pueblo, eran la casa de los padres de La cristera María Catalina Chacón Martínez, que estaba en donde ahora se encuentra el Asilo para Ancianas; y en la casa de Adela González, por la calle Colón.

Las ameritadas maestras del pueblo María del Refugio Sánchez y Elvira Zepeda Moreno, seguían de manera infatigable y valiente sus enseñanzas de lecto- escritura, con la introducción subrepticia del catecismo; acción virtualmente penada por el gobierno.

Después de ese movimiento, al calor de los ideales en la defensa de las creencias religiosas que los mayores habían enseñado a sus hijos, Santa Anita quedó en paz. El trabajo en la agricultura y la cada vez más importante producción del camote tatemado, marcaron un sello para el pueblo, que así lo distinguió de los pueblos circunvecinos.

El reparto agrario de las tierras para los campesinos se cumplió por parte del gobierno federal, los ejidatarios de Santa Anita recibieron los primeros terrenos para dedicarlos a la agricultura, el día veinticuatro de noviembre de 1927.
El tiempo siguió su marcha inexorable y llegaron transformaciones para la Santa Anita de mediados y fines del siglo XX. En el asomo de la modernidad algunos cambios le favorecieron y otros, los menos, puede decirse que le resultaron negativos.

El treinta y uno de mayo de 1952 se inauguró la planta de luz eléctrica para iluminar el interior de las fincas del pueblo, esa aportación de modernidad se dio por iniciativa del sacerdote franciscano fray Hilario Núñez, sin embargo los pobladores estaban recelosos de la conveniencia de establecer ese adelanto tecnológico por ser un costo elevado para su economía. El procedimiento de adquisición fue por compra de acciones cuyo costo unitario inicial era de mil pesos, pero en vista de la situación precaria de los habitantes, pronto se redujo su valor a quinientos pesos. Se formó una mesa directiva cuyo puesto central como encargado le correspondió al señor Francisco Elizalde Ocampo.

Un cambio que afectó la fisonomía exterior del templo se produjo ente los años de 1969 y 1970, cuando se empezó a planear la remodelación del atrio. El párroco fray Rubén Alcaraz Córdoba realizó una consulta verbal entre algunas familias de la población para tomar su parecer sobre la demolición de la barda circundante al frente y laterales del santuario, que era de adobe y ladrillo. La barda ya estaba en muy malas condiciones a causa del paso del tiempo y el salitre, se veía socavada en varios tramos por el uso de las ristras usadas en las fiestas patronales. Tenía además un olor maloliente, porque la gente se orinaba subrepticiamente en sus esquinas en las noches de serenata durante el novenario de las fiestas patronales.

La consulta arrojó el acuerdo de los entrevistados para la demolición de la barda, sólo se negó a ello Marianita Moreno, quien explicó al sacerdote que no podía estar de acuerdo en quitar aquello en lo que habían cooperado los antecesores de sus abuelos para su construcción. (información proporcionada por el sacerdote fray Rubén Alcaraz Córdoba) En 1971, ante el azoro de la mayoría de los pobladores, se realizó el derribamiento de la barda; se destruyó un vestigio histórico irrecuperable.

Un cambio importante que enseñoreó a la explanada aledaña de la plaza del pueblo, se presentó el diez de mayo del año de 1978, el señor Marcos Montero, Presidente Municipal de Tlaquepaque, inauguró en Santa Anita el Monumento a la Madre, el único que tiene hasta la fecha el poblado. La obra costó medio millón de pesos y fue elaborada por el escultor Juan José Méndez. (Carlos Casas, Bernardo, 1988; 42)

La creación por los años ochentas de la institución bancaria, inicialmente llamada Banca CREMI, fortaleció a los ahorradores y a los negocios de los pobladores. El banco fue cambiando de nombre, porque luego se llamó Banco UNIÓN, después Banco Bilbao Vizcaya y finalmente adquirió el nombre de BBVA Bancomer. El comercio de diferentes giros tuvo un fuerte impulso.

El interés por el beneficio comunitario empezó con profundo entusiasmo. En el año de 1981 se formó un grupo de apoyo comunitario denominado Junta de Mejoramiento Moral Cívico y Material de Santa Anita, con el reconocimiento oficial del Ayuntamiento de Tlaquepaque, a grado tal, que el diecinueve de febrero de 1981 a este grupo le fue autorizado por el cabildo municipal, que cobrara a los pobladores el pago por la instalación de la red del drenaje en las calles. Entre los miembros de esta asociación pueden citarse al señor Salvador Mariscal Lazo, Alfonso Toledo Gutiérrez y como tesorera a la señorita María Luisa Leal García, entre otros.

El diez de noviembre de 1981, el Congreso del Estado autorizó con el decreto 10697 la construcción del Mercado Santa Anita, (Carlos Casas, Bernardo, 1988; 89 y 97) No obstante esa autorización por falta de presupuesto se retrasó su construcción, que tiene por cierto una duplicidad en el nombre, porque años después, ya edificado, en la placa oficial se le puso el nombre de Salvador Orozco Loreto, en honor del líder sindical de la CROC, quien falleciera el veintidós de diciembre de 1989. Sin embargo, en lo alto del edificio comercial se conserva el nombre de Mercado Santa Anita.

En 1984 se fundó el Comité Pro Derechos del Pueblo, agrupación no partidista, que pugnaba por lograr mejores servicios públicos para Santa Anita. Entre sus fundadores se menciona al señor Salvador Mariscal Lazo, a Enrique Valadez del Valle, Anastasio Marín, Rodolfo Zúñiga, J. Refugio Tornel, Fernando Bustos, Zeferino Sevilla Robles y José Castrita. Entre las mujeres puede citarse a María Guadalupe Ávila Martínez, las hermanas María Luisa y Teresa Leal García, Ana María Cornejo, Gloria Topete y Ma. Amelia Alcántar Gutiérrez, entre otros.
Esta agrupación logró con la participación popular y de las autoridades municipales de Tlaquepaque la instalación del alumbrado público, la iluminación en la plaza, la introducción de la línea de Camiones Alianza, que junto con la que era propiedad de la familia Elizalde, movían a los pobladores de Santa Anita a San Sebastián El Grande y a Guadalajara. Se logró la apertura del rastro, que estaba clausurado y se impulsó la retrasada construcción del Mercado Santa Anita.

En 1992 la imagen de la Santísima Virgen de Santa Anita recibió la Coronación Diocesana. La fama de Virgen milagrosa sigue extendiéndose por otros estados de la República mexicana, y por el vecino país de Estados Unidos. La afluencia de los Hijos Ausentes es mayor cada año que pasa, al ocurrir las fiestas patronales del 2 de febrero.

El dos de febrero de 1996, Santa Anita acarició el Récord Guinness, al colocar 98 000 macetas con la planta de nochebuena (cuetlaxóchitl) en un desplazamiento desde el crucero de la población, siguiendo en las calles de la población por donde pasa tradicionalmente la peregrinación en honor de la patrona del pueblo, hasta llegar al mismo altar de la Santísima Virgen de Santa Anita. El afamado Rancho Calderón pretendió el Récord Guinness, según consta en un diploma fechado el seis de junio de 1996, dado en la ciudad de Santa Fe, Bogotá.
En mayo de 2002 se fundó un nuevo grupo comunitario llamado Atlixtac, con pretensiones de ayuda benemérita para la población y en defensa de los derechos de sus habitantes en la prestación de los servicios que proporciona el Ayuntamiento Municipal de Tlaquepaque a Santa Anita. Entre sus miembros pueden mencionarse al doctor Francisco Elizalde Díaz, Elba Elizalde Mariscal, Ana María Cancelada, Esther Calderón y Ma. Aurora Alcántar Gutiérrez, entre otros.

El siglo XXI trajo consigo un acontecimiento religioso de singular importancia. El 29 de mayo de 2004 con la autorización del Papa Juan Pablo II, el Sr. Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, colocó la Corona Pontificia a la taumaturga imagen de la Santísima Virgen de Santa Anita, Patrona de los enfermos.

La autoridad municipal permitió una nueva fisonomía para el jardín del pueblo, se hizo un remozamiento cuidando de respetar su trazo original, se buscó hacerlo más presentable ante los ojos de los pobladores y de los visitantes.
La Delegación Municipal fue destruida desde sus cimientos para construir un nuevo edificio que fuera más funcional para atender a las necesidades de la población. La intervención del destacado político Alfredo Barba Hernández, Diputado Federal y líder estatal de la FROC, y del lic. Miguel Castro Reynoso, Presidente Municipal de Tlaquepaque, y con el apoyo de los habitantes de Santa Anita, se lograron adoquinar algunas calles centrales del pueblo; y culminar con la construcción del nuevo edificio de la Delegación Municipal, que fue inaugurada oficialmente el 2 de octubre de 2006, fecha del aniversario de la fundación de Santa Ana Atlixtac, ahora poblado de Santa Anita.

El desarrollo de la cultura de la población ha sido paulatinamente acrecentado. En la época actual Santa Anita cuenta con un importante bastión educativo que comprende a los niveles escolares de la educación preescolar, primaria, secundaria y el bachillerato, así como escuelas de tipo comercial y de computación. Para los pobladores de Santa Anita la ciudad de Guadalajara es, desde los años setentas del siglo pasado, un núcleo de atracción para la preparación y formación educativa en los diferentes niveles de los estudios de licenciatura, maestría y postgrado.

En el ramo de los servicios públicos esta población tiene una infraestructura que requiere de mayor implementación, puesto que la venta de la tierra, otrora principalmente para uso campesino, ha cambiado con mayor facilidad de dueños y de uso, para dar lugar a la creación de nuevos fraccionamientos aledaños al pueblo, que han provocado serias deficiencias, principalmente en el servicio de agua potable.

No obstante lo anterior, el auge que tiene el comercio en general, la venta del pasto, los viveros, la pródiga producción en el campo y de una manera especial la legendaria venta del camote tatemado, todo ello hacen de esta población, un lugar con un toque provinciano al que siempre se desea regresar.

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