jueves, 6 de enero de 2011

2ª. Fundación: Santa Ana Atlixtac


La llegada de los españoles trastocó completamente la vida de los indígenas y sus rituales; los sacerdotes hispanos tenían el mandato de implantar la religión católica y evangelizar en ella a los indios.
En tierras de Nueva Galicia, en el siglo XVI, los franciscanos fundaron un convento en Tlaxomulco en donde se estableció, que los frailes asignados en ese lugar serían los encargados de la evangelización del pueblo de Atlixtac.
Ante la devastación de indios ocurrida después de la Guerra del Mixtón en el año de 1541, los españoles juzgaron conveniente reubicar a los indígenas de los pueblos que ya tenían dominados y planearon tenerlos más vigilados para evitar nuevas insurrecciones. Por esa razón pensaron concentrar a la población de Atlixtac en otro lugar, para que estratégicamente les sirviera también de enlace con el poblado de Tlaxomulco. Por otra parte, el nombre de Atlixtac comenzó a ser desvirtuado en su pronunciación por los españoles, ellos reproducían muy mal la pronunciación que escuchaban de la lengua de los indígenas y empezaron a pronunciar en lugar de Atlixtac, el nombre de Tistac, o Atistac.
A esta población los sacerdotes le asignaron por patrona a Señora Santa Ana. Los religiosos y los indígenas construyeron para su devoción una pequeña capilla que fue considerada como el centro de la población y a partir de su ubicación, los franciscanos marcaron la plaza y las calles, ayudándose con lazos que dieron un trazo alineado a las llamadas manzanas, que eran grandes trozos de terreno divididos por calles paralelas y perpendiculares.
Tal vez como sucedió en el trazo de la ciudad de Guadalajara (Hernández Martínez, José, 2003), las calles del nuevo Atlixtac se formaron a partir de la iglesia como ubicación central y cada manzana fue dividida en cuatro partes, una propiedad para cada vecino, de tal manera que cada casa tenía una esquina y una entrada por cada calle que la cruzaba. Por la puerta principal entraba y salían los miembros de la familia española o criolla y por el acceso considerado lateral y de menor importancia, pasaban los criados y los animales con las carretas.
Así sería imaginariamente como se formó el croquis de este pueblo, es decir, los frailes reubicaron las toscas viviendas de los indígenas, que estaban considerablemente separadas unas de otras, y dieron origen a calles alineadas en lo que sería la segunda fundación del pueblo. Sin embargo, las casas cercanas al templo serían adjudicadas a españoles y a protegidos de ellos, y en casas más alejadas del centro, ubicarían a los indígenas.
Se cuenta que los límites de esa segunda fundación se dieron originalmente en las esquinas de las calles que actualmente se nombran así: al norte la calle Colón, esquina con Aquiles Serdán. Al sur la calle de 16 de septiembre, esquina con Agustín Rivera. Al este por la calle Morelos, esquina con Abasolo. Para el oeste el límite era la calle de 5 de mayo, en dirección de lo que fue después la primera estación de luz eléctrica del pueblo.
Después de darle trazo y forma al pequeño poblado, los frailes franciscanos se dedicaron pacientemente a instruir a los habitantes en variados oficios. Les enseñaron artes musicales, la talla de madera y nuevas formas de labranza para el campo. Formaron grupos de danzantes; de músicos y cantores para que en el templo se entonaran las alabanzas de amor al único y Dios verdadero.
Por medio de la catequización, los religiosos forzaron paulatinamente a los naturales para que fueran dejando atrás las prácticas de adoración a los dioses de sus ancestros.
Una actividad muy importante que se echaron a cuestas los frailes fue la de construir templos a lo largo de la región conquistada por los españoles, que eran dedicados principalmente a la Purísima Concepción. Enseñaron a los indígenas el arte de labrar la piedra de cantera y bajo su dirección, realizaron verdaderas obras de arte en la construcción de los primeros templos franciscanos.
La danza, como mezcla del baile profano con un motivo de veneración religiosa se introdujo en la región, y surgió la chirimía como resultado del mestizaje. Ésta se presentaba con dos instrumentos musicales de los que se obtenían sonidos
rítmicos: el traspisalis (flauta) y el tamborcillo; ambos se acoplaban para dirigir las danzas de los indígenas en honor de la Virgen. Los frailes también enseñaron a los indígenas de la región a tocar el órgano, el orlo, la vigüela de arco, sacabuches, cornetas y bajones. (Hernández Martínez ,José, 2003)
El dos de octubre de 1542 Miguel de Ibarra, Capitán y Oficial Mayor de la Villa de Guadalaxara, por orden del Gobernador de la Nueva Galicia, Cristóbal de Oñate, registró oficialmente a esta población con el nombre de Santa Ana Alt-ixtac (Atlixtac)
Esta noticia apareció dos centurias más adelante en el Archivo de Provincia y en un Libro de Patentes pertenecientes al Convento de Santa Anita, en donde se empezaron a copiar en 1761 los acontecimientos importantes relacionados con este pueblo, su templo y su convento. La información aparece en el forro de papel del libro, adherido a la badana, en el primer folio. (Palacio, fray Luis, 1931; 132)
La tradición conserva la noticia de que la imagen de la Santísima Virgen que se venera en el santuario fue entregada a la india Agustina (también llamada Justina), curandera del pueblo, por un religioso franciscano, quien llegó moribundo a su casa a pedirle su curación.
Otra versión sumamente dudosa señala que este enfermo fue el sacerdote franciscano Antonio de Segovia, quien trajo al pueblo la imagen de la Virgen, sin embargo no hay ninguna fuente que señale a la población de Santa Ana Atlixtac como el lugar en que falleció este venerable franciscano.
La tercera versión, encontrada en los manuscritos que conserva el Archivo Histórico de Zapopan. En el legajo No 5: sobre Noticias de Santa Anita (p. 7), de la Caja Número Cuatro del mencionado archivo, dice que al no haber nada escrito, ni medio alguno para demostrar lo contrario, se tiene por cierto que un peregrino español, por el año de 1542, llegó muy enfermo a tierras de Santa Ana Atlixtac, y se hospedó en casa de Agustina (o Justina), quien era la hierbera y curandera del pueblo. El religioso llevaba consigo la imagen de una pequeña virgen que portaba una pequeña candela (vela) en sus manos. El enfermo se agravó y murió, entonces la imagen quedó en poder de la indígena. El texto señala que ese peregrino fue el padre Miguel de Bolonia, el fundador y repoblador de Xuchipila, quien fundó un hospital en aquel lugar y en otros pueblos hasta la jurisdicción de Xalostotitlán.
La curandera Agustina (o Justina) tenía por costumbre al curar un enfermo, observar el rostro de la imagen de la Virgen, si éste tenía un color moreno oscuro, el enfermo moriría sin que pudiera remediarlo alguna de sus pócimas; por el contrario, si la faz estaba de color moreno natural y sonrosado, entonces el enfermo viviría, y la india lo curaba confiadamente con sus hierbas.
Al ver los sorprendentes signos de salud logrados en los moribundos por intercesión de la imagen de la Virgen, los indígenas propagaron su fama como muy milagrosa.
La devoción mariana pronto cobró auge entre las poblaciones y la religión católica se extendió rápidamente entre los indígenas. En el siglo XVII se fundó una doctrina, pequeña misión en Santa Ana Atlixtac, por lo que extendieron más la pequeña Capilla de Santa Ana. Ya en 1652 estaba terminada y decentemente habitable. (Cap. XXIII del Libro IV, Padre Tello)
El treinta de enero de 1685 se asentó por primera ocasión el registro del nacimiento de un niño en Santa Ana Atlixtac, el dato se conserva en un manuscrito en poder los religiosos franciscanos del pueblo, quienes en ese tiempo eran los que administraban nacimientos, matrimonios y defunciones de sus feligreses. El niño fue llamado Tirso Robles, sus padres eran Pedro Robles y Bruna Castillo. (Carlos Casas, Bernardo, 1998; 19)
Frente a la capilla de Señora Santa Ana estaba una Cofradía con un hospital, en donde había un oratorio dedicado a la Purísima Concepción, que después se nombró Vicaría fija. (dedicada actualmente a Nuestra Señora de Guadalupe) A esa Vicaría, con fecha del 15 de agosto de 1700, fue trasladada la imagen de la Virgen que había recibido la india Agustina (o Justina) El señor cura de la iglesia de Tlaxomulco, fray Ignacio Téllez nombró a la imagen La Purísima Concepción, abogada de los enfermos y su fiesta de celebración fue asignada para el quince de agosto, igual que el de la Señora Santa Ana, que permanecía en el templo de enfrente. Los milagros de esa Sagrada Imagen comenzaron a hacerla notable, de tal manera, que los fervorosos devotos solicitaron a las autoridades religiosas y civiles, que les permitieran la construcción de un edificio con mayor amplitud y de mejor construcción, para ser dedicado a la advocación de la Purísima Concepción.
La casa dedicada para la vivienda de los religiosos, era también en algunos casos lugar de formación para los futuros sacerdotes. Carlos III, (1716-1788), duque de Parma y Plasencia (1731-1735) y rey de las Dos Sicilias (1734-1759) y de España (1759-1788), estableció un decreto el tres de julio de 1774 por el cual dio licencia por medio de una Cédula Real, para que se construyera un convento de religiosos en Santa Ana Atlixtac. (Casas, Bernardo, 1988; 53)



A finales del siglo XVIII a la imagen de la Virgen ya se le llamaba Santa Anita. El Santuario de Nuestra Señora de Santa Anita era considerado de gran importancia para el proceso de evangelización, D. Matías Mota Padilla señala: así como a las advocaciones de la iglesia universal, principalmente la Purísima Concepción en todas partes celebrada, cuatro eran las defensas que la Providencia había querido dar a la diócesis en cuatro santuarios marianos que eran como “sus torreones”. Al sudoeste, Ntra. Sra. del Rosario de Poncitlán; al oeste, Ntra. Sra. de San Juan, al sur, Ntra. Sra. de Atistac o de Santa Anita; y al poniente Ntra. Señora de la Expectación de Zapopan. (Mota, Matías,1952; 452)



El treinta de julio de 1778, fray José Alexandro Patiño, primero asistente y luego guardián del Santuario de la Santísima Virgen de Santa Anita, envió un informe a la Real Audiencia sobre las características del cultivo y la geografía del poblado de Santa Anita. En algunos pasajes apuntó datos adjudicados al padre Tello y anotó el número de página de donde tomó la información, pero no señaló el nombre del texto. Escribió un legajo al que intituló Topografía del Curato de Tlaxomulco, que actualmente se encuentra en el Archivo Histórico de Zapopan:

En Santa Anita se siembran las mismas semillas de maíz, frijol y trigo, siendo muy escaso el producto de la primera, pues de una fanega que se dé en abundancia se cosechan 50, y de una de frijol hasta 20. El trigo rinde por una carga diez, esta semilla y el frijol son las que se producen más por ser a propósito a aquellas tierras para su cultivo. En Santa Anita se cultivan huertas de hortaliza, que a virtud del riego producen las mieses de buena calidad. Al Sur de Santa Anita hay un cerro nombrado de San Sebastián, y por el Oriente tiene tres nombrados, el primero de San Agustín, el Segundo Del Mayorazgo y el tercero de Santa Anita. Este último es muy reuco y sólo produce robles y pinos. El de San Agustín puro zacate y piedras y el Del Mayorazgo poco desigual a éstos (p.588). En Santa Anita hay tres ojos de agua nombrados, el primero la Tenería, el segundo El Barranco y el Tercero Agua Nueva. Hay además ocho pequeños que no tienen nombre y sólo se conocen algunos por el dueño de la tierra donde nacen (Caja No3, 590)

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